martes, marzo 16, 2004

TOMA MORENO

Qué momento (zer momentu?). El Teatro Arriaga en pie, batiendo palmas y bailando "Judy And The Dream Of Horses". Belle And Sebastian pletóricos, finalizando un concierto algo frío por momentos pero que acaba como una fiesta maravillosa, con la gente saltando de sus butacas para bailar en los pasillos todo lo que se habían reprimido encajonados en las butacas. Decido que esa es la mejor celebración posible para lo que me acababan de confirmar hacía minutos: la catarsis colectiva, la rebelión civil que me ha hecho volver a creer, aunque sólo sea un poco, en la democracia tal y como la conocemos en España. Hace casi un año reflejaba aquí mi escepticismo descarnado hacia la política y los políticos, zambulléndome en la realidad paralela de la música, mi refugio habitual. Pero estos últimos días me han demostrado de nuevo que somos más que ellos, y que por lo menos podemos echar a aquellos que se ríen de nosotros y poner a otros a prueba. Ya tendré tiempo de perder la ilusión de nuevo, ahora mismo puedo decir que he recuperado el optimismo y la fe en la gente.
Pensando en ello salto de mi sitio, por encima de las butacas, y trepo al palquito donde están Ade y Jon, bailando también. Jon me había dado una aspirina - el clavo del sábado, uno ya está mayor - después del concierto de Adam Green (gracioso, excéntrico y con una voz bien modulada pero sin educar, entre Duglas T. Stewart de los BMX Bandits y Joey Ramone... de Ramones, claro), pero en aquel momento parece que me hubiera dado un éxtasis, me va a estallar el pecho de la euforia. Lástima que sean los compases finales del concierto. Me habría gustado celebrarlo durante mucho más tiempo (y faltó "Legal Man": la llegan a tocar y se cae el teatro abajo).
Qué momento. Fue la guinda perfecta para un fin de semana fantástico, como siempre en Zarautz. El viernes vimos a Audience en el Ketarri de Getaria (donde quizá hagamos este verano una presentación del segundo volumen del "Café Bizarre", con Miqui Puig como estrella invitada por aclamación popular), y el sábado cenamos en una sagardotegi con poco carisma, entre local parroquial y pabellón de voluntarios de Muxía, pero con una tortilla de bacalao deliciosa y la compañía de Ade y sus amigas (Amaia, Mireia, Izaskun, soy una de vosotras), para acabar bailando y riendo hasta altas horas por los bares de downtown Zarautz, la playa de moda. Luego lo pagué en cuerpo y alma (siempre nos quedará la Clínica Quirón), pero afortunadamente me subió la aspirina.
Y lo mejor de todo: ¡les hemos echado!