lunes, junio 21, 2004

En mi línea festivalera, escribo recién llegado del Sónar, donde me perdí -en mi línea festivalera- casi todo lo que quería ver: a Boom Bip y Hymie's Basement, porque estaba atendiendo una llamada telefónica larguísima e importantísima (que no viene a cuento detallar aquí, para que luego digan que en los blogs desnudas tu intimidad); a Juana Molina, porque nos estaban entrevistando para COM Ràdio; a To Rococo Rot y a Four Tet, porque estábamos pinchando en la carpa Sónarlab. De noche no fui.
Pero afortunadamente no me perdí lo que me hacía más ilusión de todo el festival, la conferencia de Robert A. Moog. Cuando llegamos a la sala estaba ya a rebosar, y sólo pudimos entrar gracias a la insistencia de mi amigo Juan Flesca (director de cine jeroglífico y hechizante). Bob Moog, a sus cerca de ochenta años -si no los tiene ya- se mostró lúcido, simpático y desmitificador, a pesar de ser el causante directo de todo lo que estaba pasando abajo en los patios del CCCB, por la noche en el recinto ferial de Montjuïc, y a todas horas en estudios, locales, habitaciones, discotecas y bares de todo el mundo. El padre del sintetizador resumió sus hallazgos y su carrera en tres cuartos de hora amenos y didácticos, a pesar del pesado teclista de jazz que le ayudaba y pretendía hacer demostraciones de sonido a base de arpegios, cuando le habría bastado con pulsar una tecla. Moog patinó un poco para mi gusto cuando insistía en alabar el trabajo de Keith Emerson con su teclado, quitando importancia o despreciando directamente las aportaciones de Jean-Jacques Perrey o Gershon Kingsley, pero fue justo al poner en su lugar de privilegio a Wendy Carlos. Además, se mostró absolutamente lúcido y al corriente del tiempo en el que vive actualmente: habló de MIDI, de software, de plug ins, de analógico vs. digital, y de bajarse cacharros de internet. A sus (cerca de) ochenta años.
Pau Riba estaba en primera fila, tomando buena nota de cuanto decía el venerable abuelo con pinta de científico loco, e incluso hizo una pregunta inteligente, relacionando el origen del sintetizador con el sonido y el funcionamiento del theremin. Prueba de que se puede seguir despierto e inquieto a cualquier edad, aunque la pregunta fuera un poco redundante para todos, porque Moog ya había explicado eso mismo al principio de su conferencia, antes de que Riba llegase tarde.
Para finalizar la charla, el padre involuntario de la música electrónica comentó que, en todas las entrevistas que le habían hecho en los últimos días, la pregunta final era invariablemente la misma: ¿qué nos depara el futuro de la música?. Moog hizo una pausa, se pasó la mano por la barbilla, sonrió a los asistentes y dijo: ¡Y yo qué sé!